lunes, 1 de noviembre de 2010

“FALSOS POSITIVOS” MÁXIMA EXPRESIÓN DE LA PRECARIA CONDICIÓN DE LOS JÓVENES

Elkin Alfonso Calvo Múnera [1]

En ocasiones es importante reflexionar sobre el verdadero  papel que cumplimos cada uno de nosotros como ciudadanos dentro de una sociedad cada vez más oscurecida por los medios de comunicación y los medios de información. Mientras el país se sumergía hace un tiempo sobre la suerte del Gobierno actual, pocos se han detenido a pensar sobre los niveles precarios a los que ha llegado el conflicto colombiano.
A partir de las revelaciones de los falsos positivos, mediante los cuales la fuerza pública legaliza el asesinato de jóvenes, para ganar privilegios se evidencia un síntoma de la degradación a la que ha llegado el Estado Colombiano en su lucha contra la insurgencia. En mi concepto, es preocupante ver cómo nuestros ciudadanos premian con el mayor cargo de la nación a una persona que tiene una responsabilidad política frente a estos hechos, cosa contraria pasaría en otros país que llevarían a la justicia a cualquier alto mando cómplice de estos hechos de violación a los derechos humanos.
Es un hecho que salvaguardar los derechos Humanos es una responsabilidad del Estado en cualquier nación, pero en el caso colombiano colocar a los jóvenes como carne de cañón en cualquier grupo armado legal o ilegal, es la máxima expresión de la vulneración de sus derechos y de la precariedad de la juventud en Colombia, puesto que se presenta en la mayoría de los casos con la autorización moral de todos los ciudadanos, el no reconocernos como colombianos no nos permite organizarnos y defender nuestros derechos sociales, políticos y civiles que nos brinda la constitución.
Un joven que por pocas oportunidades económicas, laborales o culturales, se presta para cargar un fusil en un país donde el reclutamiento forzado y la vinculación de jóvenes a la guerra se acrecienta cada vez más, donde no se presenta objeción de conciencia para la prestación del servicio militar obligatorio, entre otros. Así mismo, contamos con una cifra alarmante de jóvenes desmovilizados de la guerra, quienes tienen las puertas cerradas para vincularse decentemente a la población civil, pero en cambio abiertas para volver a la guerra en cualquiera de sus formas.
Un país que por culpa de conflicto no vinculó sólo a los jóvenes sino también a las mujeres no sólo para combatir, sino también para ser maltratadas y violadas, que además persigue a los pueblos indígenas, afro-descendientes, población LGBT y busca la eliminación sistemática de lo que realmente somos como colombianos. Igualmente, tenemos  la cifra de desempleo más alta de América Latina. La salud, la educación se convirtieron en privilegio de algunos pocos. Un país que tiene una cacería a estudiantes de universidades públicas y persigue a las madres de los jóvenes asesinados en Soacha por haber denunciado. Un país que no tiene memoria. Es claro que debemos ampliar la memoria y reconocer que la juventud en Colombia sigue siendo asesinada, no sólo por las balas de los falsos positivos sino por la institucionalidad del Estado que ve en los jóvenes el peligro, por  pensar y actuar diferente, de manera diversa y sin presiones sociales, un país que padece de una violencia estructural que desconoce e invisibilisa los proyectos de la población Juvenil.
En este gran país creemos constantemente que el culpable del conflicto armado en Colombia es el otro, el que está al lado, sin reconocer que desde nuestro hogar somos aun  responsables de lo que sucede en nuestra nación, sin tener una verdadera responsabilidad a la hora de elegir quién llevará las riendas y las leyes. Creemos que no podemos estar peor, pero la historia nos ha demostrado que “peor, sí es posible”.
Las organizaciones sociales han cumplido a lo largo de la historia con un cometido importante sentando su voz de protesta frente a las injusticias sociales y progresistas, es por esto que Atañamos desde esta posición a los diferentes movimientos sociales sobre la responsabilidad de pertenecer a una organización civil que vigile y vele por los derechos Humanos y la responsabilidad del Estado con sus habitantes.
La pregunta es ¿por qué unos temas se vuelven escándalos y otros no? Sencillo, se requiere que el grueso del público tome conciencia y que haya un instigador. El cubrimiento que los medios de comunicación le dan a todos estos acontecimientos como lo es el caso del diario EL TIEMPO que le dio al escándalo de Agro Ingreso Seguro (AIS) ofrece una oportunidad para reflexionar al respecto.
Este medio de comunicación no profundizó sobre el programa Agro Ingreso Seguro sino sobre los efectos políticos del escándalo de la misma manera que lo hizo con los falsos positivos. Sin embargo, más que un cubrimiento, lo que hizo fue una fabricación inducida para apoyar su interpretación deseada de los efectos políticos del escándalo.
La fabricación sesgada empezó con una pregunta en un foro en el Tiempo.com, siguió con una nota que destacaba lo dicho por los foristas y concluyó con un supuesto artículo de análisis. En el foro se indagó a los foristas si creían que Arias debía renunciar por el escándalo de AIS. No sobra recordar que nunca se le ocurrió preguntar  si Juan Manuel Santos debía renunciar por el escándalo de los 'falsos positivos'. En el caso de Arias sí se le ocurrió. Culminado el foro, publicaron una nota titulada 'Indignación y rechazo genera Andrés F. Arias por caso de Agro Ingreso entre lectores de eltiempo.com', en la que destacaban que "la mayoría de usuarios le pide al ex ministro que renuncie a su precandidatura" y que "hubo muy pocos que defendieron a Arias". Luego del foro inducido y la nota destacada, remataron con un artículo cuyo título sentenciaba: 'Andrés Felipe Arias sale debilitado y Juan Manuel Santos logra ventaja en medio del escándalo de AIS'.
¿Por qué no hablar sobre falsos positivos en las campañas presidenciales? Es obvio que Arias sale debilitado, pero no es nada obvio que la consecuencia sea que Santos "logra ventaja". De donde sacan eso si se supone que en la consulta sus competidores son los del partido Conservador (Noemi, Galat, Cecilia, etc) .
Cualquiera que conozca medianamente la carrera de Santos sabe que cambiar de bando ha sido la constante de su ascenso político, al igual que de Noemí, y cualquiera entiende que ambos querían suceder a Uribe; sólo que Santos quería hacerlo sin que parezca una traición.
La calidad periodística de EL TIEMPO está cada vez más comprometida por el creciente conflicto de intereses entre sus propósitos comerciales (ganarse el tercer canal) y políticos (cubrir al Gobierno que otorga el canal y a su socio en campaña) y sus deberes periodísticos. Este tipo de cubrimientos sesgados en nada contribuyen a resolver periodísticamente ese conflicto; lo único que logran es evidenciarlo.
Con lo anterior es evidente  que en ocasiones como la condena a Plazas cuando el poder ejecutivo interviene en las decisiones del judicial y hacen poner en peligro la vida de los jueces colombianos los medios de comunicación hacen caso omiso a lo que sucede frente a la responsabilidad que se tiene con los ciudadanos,  buscar justicia se vuelve un peligro en un estado completamente blindado por los ciudadanos que de una u otra manera no se manifiestan de ninguna manera.
Es nuestro deber luchar por los intereses del proletariado y campesinado, de los estudiantes y pensionados, es nuestro deber protegernos contra esta represión no podemos quedarnos con los brazos cruzados en este momento decisivo por la apuesta del futuro de quienes defendemos,  esa es la apuesta desde los diferentes movimientos sociales que se sigue gestando y luchando por una Colombia más igualitaria.
Es increíble cómo decidimos continuar por la llamada “seguridad democrática” después de tanta consecuencia que nos ha traído un déficit de empleo más alto de América latina, pocas oportunidades para los jóvenes, encabezar la lista de los países con más violaciones de los derechos humanos en el mundo, con salarios de miseria, con un sistema de salud inadecuado a las necesidades por una guerra sin sentido en donde los que están en el centro son los más afectados y menso favorecidos por las balas.
Tenemos que librar una lucha muy dura hacia el interior de las instituciones y de nosotros mismos para quitar el germen de la guerra y la corrupción. Es cuestión de tiempo y reconocimiento.


[1] Estudiante de IX semestre de Comunicación social de la Universidad Santo Tomás con énfasis en Educación. E mail- pochocalvo@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario